Charla II
—Abuelo, si cada persona es un voto y no todas están igualmente capacitadas para emitirlo con ecuanimidad ¿Qué garantía tenemos de que al gobierno de la comunidad lleguen los mejores?
—Planteado así, ninguna. De ahí las famosas campañas en que los políticos de uno y otro signo se desgañitan como pescaderas (dicho con todo respeto a las pescaderas, cuyo esfuerzo y madrugones deberían imitar muchos de ellos) intentando vender el producto de que disponga cada uno. En eso coinciden derecha, izquierda y centro. No hay diferencia.
—Pero ¿no sería mejor analizar los logros conseguidos por el gobierno que acaba su periodo legislativo y en base a eso tomar decisiones?
—La clave de bóveda sería analizar detenidamente el grado de cumplimiento del programa electoral con el que se presentaron, pero eso resulta farragoso, difícil y engañoso, porque ya se ocupan muchos de ellos en disfrazar y maquillas los datos o las realizaciones. Siempre hay excusas, retrasos imprevistos, añadidos, sobrecostes, dificultades de toda índole, epidemias, accidentes meteorológicos, ten en cuenta que no hay persona más hábil para disfrazar la verdad que un político.
—No me digas eso, abuelo, que yo quiero ser político.
—Pues ya sabes lo que no tienes que hacer: vivir de la política.
—Entonces ¿Cómo me hago político?
—Lo primero es que seas persona de bien y ciudadano solidario. Terminar los estudios que hayas escogido y buscarte un trabajo. Integrarte en la sociedad y cuando estés preparado y conozcas la realidad de tu entorno y de tu país, si decides participar en política durante un periodo, accede a ella y compórtate con honradez. Acabado ese periodo, vuelve a tu trabajo y continúa siendo un ciudadano normal, aunque permanezcas atento e implicado en cualquier forma de política, tampoco es necesario que seas modélico. En eso si puedes hacer caso a lo que dice Aristóteles.
—Entonces ¿no puedo ser político profesional?
—Puedes ser lo que te dé la gana, pero la perversión de la política es que ahora se fabrican políticos a medida, con el mismo procedimiento para rojos, verdes y amarillos: se accede a la universidad, se cursan Ciencias Políticas, simultáneamente se milita en las juventudes del partido de que se trate y se va adquiriendo experiencia en cepillados de espalda y luchas intestinas. El político, ese político, ya está hecho. El resto de su vida será el partido, ya no hace falta que piense más, basta con remitirse a las directrices que le marquen, como si hubiera ingresado en un cenobio o se hubiera hecho forofo de un club de futbol, adhesión inquebrantable for ever.
—Pues sí que lo pintas mal.
—Lo pinto como es. Si no, echa un vistazo a tu alrededor y dime que ves.
—Pues veo que no todo es así, los hay que abandonan sus trabajos durante un tiempo, acceden a la política durante un periodo y luego vuelven a la vida “civil”.
—Benditas excepciones, pero en general, los grandes partidos se han convertido en agencias de colocación. El que entra en ellos, se pasa la vida haciendo méritos para que el partido los vaya colocando en puestos sucesivos, dándoles la “patada hacia arriba” cuando triunfan en un puesto hasta lograr su nivel de incompetencia, como dice el principio de Peter. Los dirigentes del partido, a su vez, se muelen los cascos buscando donde colocar a tanto aspirante +con los que están comprometidos porque los ayudaron en el ascenso.
—Pues vaya perspectiva.
—No pretendo que te desanimes, es para que seas consciente de cómo está el asunto y obres en consecuencia.
—Tomo nota, como decía Juncal.