domingo, 6 de octubre de 2019

ME GUSTARÍA ESCRIBIR

Escribir parece fácil pero no lo es. Me gustaría contar historias sencillas e interesantes al mismo tiempo, como las que cuenta Antonio Pereira en “Todos los cuentos”. Dicen que la sencillez de los cuentos es como la improvisación en el escenario, está perfectamente ensayada; la aparente simplicidad de un cuento no se logra sino a través de múltiples lecturas, retoques y 'pulidos'.
Cuando se me ocurre algo, escribo como me sale, de un tirón. Otras veces no se me ocurre nada y me pongo de mal humor, parece que se me ha vaciado el cerebro y he entrado definitivamente en época de “sequera”. Envidio a los que tienen facilidad para escribir, como Cortázar, al que le salían conejitos de la garganta cuando estaba en París como si fueran cuentos, cada uno de su color y de su clase, todos peluditos y tiernos. Daría lo que fuera porque a mí me saliera un conejito de esos, aunque solo fuera una vez.

Conozco a un hombre que escribe cuentos, uno de sus libros es 'La primavera en viaje hacia el invierno'. El hombre se llama Pedro García Montalvo, pero los amigos le llaman Perico. Me gustaron tanto sus cuentos que leí toda su obra, que no es demasiado extensa, y quedé encantado con su estilo. Me recordaba a Azorín: un algo costumbrista, un poco descriptivo, creador al mismo tiempo de personajes con enjundia...a mí me gustaría escribir así, pero eso sale o no sale, y a mí no me sale. Perico también escribe novelas, pero ese me parece un género de más dificultad y que no está al alcance de todo el mundo. Lola López Modéjar ha escrito una novela de tesis en la que propone considerar a Humbert Humbert, el personaje de Navokof,  como lo que era: un pederasta repugnante. Llegar a ese extremo exige oficio y mucho trabajo. No sé si hay gente capaz de valorarlo, eso resulta frustrante para el autor, aunque son gajes del oficio. Los autores no deben ofenderse si no alcanzan el triunfo, hay muchas obras y no tantos lectores. En definitiva, uno debe escribir para sí mismo.
La novela es género diferente, requiere además de la idea, que es lo principal,  una estructura previa bien organizada, personajes atractivos, ciertas descripciones pormenorizadas, algo que “enganche” al lector desde las primeras líneas, si no, el asunto se va al traste y el libro a la estantería de los olvidados para siempre. Yo prefiero el cuento. Son bien diferentes las dos cosas. Lo que en un cuento puede ser una descripción prolija y prescindible, en una novela quizás resulte necesario. El cuento se sustancia en dos o tres envites, aunque luego 'el afinado' requiera más tiempo, a veces mucho. A lo mejor el cuento se le da mejor a los escritores un poco vagos, como Borges y como yo, salvando las distancias. Hay cuentos que dan para una novela, pero embarcarse en ese navío sin la preparación necesaria encierra cierto peligro: el de “hinchar el perro”, como dice Cervantes en el prólogo de la segunda parte del Quijote. Lo mejor es leerse la obra de Baquero Goyanes para distinguir bien Qué es novela, qué es cuento.
Es posible que, como dice Murakami, si uno no se dedica a escribir novelas, la vida se puede vivir de una forma más inteligente y eficaz, pero no estoy del todo convencido y sospecho que él tampoco. Esa especie de desafío le sirve para hacer un estupendo libro (De qué hablo cuando hablo de escribir) sobre lo complejo que es adentrarse en el mundo del éxito literario y permanecer en él a lo largo del tiempo. En lo que sí estoy de acuerdo es en que “Las palabras tienen poder y ese poder hay que saber usarlo de una forma correcta. Como mínimo deben ser justas e imparciales. No pueden caminar solas”.  A eso me refería cuando digo que “me gustaría escribir”. También dice Murakami que sin cierta arrogancia es imposible convertirse en escritor y en eso también estoy de acuerdo. Siempre he defendido que al escribir se debe partir de un punto de absoluta inmodestia, convencido de que lo que sale de la pluma (léase ordenador o similar) en ese momento, es una genialidad. Otra cosa es que, a posteriori, con la cabeza fría y a ser posible con ojos de lector ya pasado un tiempo, se proceda al juicio sumarísimo de lo escrito y, si es necesario se destruya o relegue al cajón de los escritos frustrados con los que alimentar la chimenea en los días de invierno. Añade Murakami que el autor es individualista en sentido positivo y egoísta y egocéntrico en sentido negativo. En eso también estoy de acuerdo y en que la responsabilidad más grande del escritor es para consigo mismo, con su trabajo, con la máxima calidad de la que es capaz para ofrecer el resultado a los lectores.

Una vez intenté escribir un cuento para niños, algo de princesas, dragones, caballeros de armaduras relucientes y cosas por el estilo, pero estaba tan pasado de moda que mis nietos me disuadieron para siempre con cariñosos comentarios a pesar de que había añadido, como elemento innovador, una lavadora automática. Mi amiga Marisa López Soria escribe relatos infantiles con una facilidad pasmosa, a los niños les gustan y las editoriales se los rifan. Me parece todavía más difícil encontrar el lenguaje adecuado para niños y jóvenes que para adultos. Los jóvenes hablan muy raro en estos tiempos.
Algo parecido ocurre con la poesía. El poeta, si es bueno, como Sánchez Rosillo, Ángel Paniagua, Rosario Guarino o tantos nuevos que abundan en nuestra región, extracta, encuentra las palabras justas que impresionen, expresa sentimientos escondidos de los que nos hace partícipes. Y lo hace con tal facilidad que uno piensa 'podría haberlo escrito yo'. Eso me pasa con cada cosa que leo y me gusta. Me pasó con Pesoa cuando leí: El corazón, si pudiera pensar, se pararía. Me gustaría que algo así se me hubiera ocurrido a mí; o la descripción que hace Sánchez Rosillo de la vejez: En este cuerpo mío que envejece/habita el hombre sin edad que soy, pero ninguna de las dos cosas se me ocurrieron.
Según mi maestra Lola, cada uno escribe de lo que sabe, así que tendré que averiguar  si sé de algo para intentar escribir sobre ello. Castelar dijo que pretendía en sus escritos  docere et delectare, inspirado seguramente por las enseñanzas de Horacio en su ‘Epistola a los Pisones’. Por lo que a mí respecta, sería pretencioso intentar deleitar y mucho menos enseñar, pero eso es lo que busco cuando leo cuentos de otros: que me diviertan y me enseñen al mismo tiempo. A lo mejor por eso me gustan los relatos de Carver, me cuentan cosas de la sociedad americana que me sorprenden y me hacen reflexionar sobre la naturaleza de sus personajes, que no parecen muy diferentes de los que yo conozco, a pesar de que Carver  hable siempre de americanos borrachines, mujeres desencantadas y amores desastrosos. A lo mejor Lish tenía razón y a los cuentos de Carver les sobraba la mitad que les quitó. 
También me gustan los cuentos de J. D. Salinger, sobre todo el del pez plátano. Hay que  tener ingenio para imaginarse un pez así, aunque el cuento acabe como el rosario de la aurora con disparo incluido. Me gustó el del cerdo que le comió el dedo a Sandrone y la chica que se cayó a la piscina de Rodrigo Fresán, aunque se me hizo largo averiguar cómo había  ido a parar allí. Imaginaba el cerdo de Sandrone con una primera pata de palo, luego con las otras, después con una prótesis en las orejas hecha de papel maché, a medida que el amo se lo iba comiendo poco a poco, pero no llegué a escribir el relato, Luigi Malerba lo había hecho antes y mucho mejor. Eso me pasa cuando se me ocurre escribir un cuento: alguien se me ha adelantado, como se me adelantó Ignacio Aldecoa escribiendo la gran cantidad de  relatos que su esposa publicó a título póstumo, como se me adelantó Guillermo Martínez con la historia de la Francesa, los milicos y el perro que se paseaba por el pueblo llevando una mano humana en la boca. Yo hubiera escrito otra historia parecida en la que la viuda de Espinosa fabricaba pasteles de carne con los restos de los fusilados que iba desenterrando, pero a lo mejor hubiera sido demasiado tétrica. Es conveniente poner cuidado al escribir, hay gente muy delicada y entre líneas lee cosas que uno no ha escrito.
Conozco autores que escriben sin parar, con un afán patológico de llenar folios, como si tuvieran el síndrome contrario al de la página en blanco, a lo mejor eso les ayuda a superar sus demonios internos y les sirve de catarsis, pero no creo que aporte gran cosa al mundo literario, ni siquiera a su calidad como escritores. No suelen ser sinónimos cantidad y calidad. Juan Rulfo, con dos únicas novelas conquistó fama universal. Otro ejemplo: Manrique Cos ha escrito una sola novela en su vida, y ésta de una sola página, a pesar de lo cual, crítica y público convenimos en incluir su nombre entre el de los 'escritores de éxito'. 

Hay muchas cosas que yo ‘preferiría no hacer’, como le pasaba a aquel escribiente taciturno que se inventó Melville, pero las he acabado haciendo. Eso sí, nunca me ha dado por perseguir ballenas blancas para llenarlas de arpones, aunque he leído muchos cuentos, casi todos buenos, y eso me ha llevado al convencimiento de que el refrán 'zapatero a tus zapatos’, merece ser tenido en cuenta. Soy mucho mejor lector que autor, como decía el argentino y suscribe mi amigo Rubén Castillo. Es muy probable que éste figure entre mis últimos escritos.


3 comentarios:

  1. Leer me llevó a la escritura. Ahora vuelvo al remanso de los libros para degustarlos durante los años que me queden. He sido feliz en todas las etapas del camino y sé que a ti te pasará lo mismo, querido Mariano.

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  2. Ojalá aciertes. Soy hombre acomodaticio, no me quejo de lo vivído. La lectura y la escritura ocasional, siguen alumbrando mi vida. Un fuerte abrazo con mi agradecimiento.

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  3. As reported by Stanford Medical, It's in fact the SINGLE reason this country's women live 10 years more and weigh 19 KG less than us.

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    BTW, I said "HOW", and not "what"...

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