lunes, 30 de diciembre de 2019

LECTURAS: ¿SOMOS MUCHOS? (I)


PAUL Y ANNE AHRLICH La explosión demográfica, Biblioteca Científica Salvat, Barcelona, 1993.


Afirman los historiadores que el Homo Sapiens-Sapiens, la especie a la que pertenecemos todos los seres humanos que poblamos la tierra en la actualidad apareció en África, probablemente en Tanzania, hace ya unos cuantos años (alrededor de 300.000, más o menos) y que desde allí se extendió por todo el mundo. Al principio eran hordas de entre 20 y 50 individuos que se fueron multiplicando, escindiéndose en otros grupos…. Y así se fue complicando la cosa hasta alcanzar la friolera de los 7.000 millones, chino arriba chino abajo, que en la actualidad poblamos el planeta.
La humanidad crece con arreglo a la ley de las progresiones geométricas que pueden empezar muy lentamente pero, llegado un momento, crecen a una velocidad impresionante (recuérdese la leyenda del tablero de ajedrez: un solo grano por el primer cuadro, que se va doblando a cada uno de ellos, arroja pronto una cantidad inconmensurable). A partir del hallazgo de la agricultura, hace unos diez mil años en números redondos, la humanidad se ha multiplicado algo más de 100 veces, duplicando su tamaño aproximadamente cada 1.500 años. Hacia 1650 se habían alcanzado los 500 millones de habitantes, a pesar de las terribles epidemias de la Edad Media. A partir de ese momento, el dominio del género humano sobre el planeta se hizo más evidente: el Nuevo Mundo había sido descubierto por unos europeos más numerosos y dotados de mejores técnicas agrícolas y guerreras que exterminaron en poco tiempo a las sociedades indígenas, igual que unos miles de años antes sus antepasados habían hecho desaparecer a los Neandertales. Hacia finales de la Edad Media desaparecieron los bosques europeos (la famosa ardilla que cruzaba la Península desde Tarifa a los Pirineos, de rama en rama, tuvo que hacerse pedestre), se descubrieron la turba y el carbón, apareció la máquina de vapor y el agua se aprovechó como fuente de energía, perfeccionando los artilugios que los árabes había expandido por el mundo: el escenario de la Revolución Industrial tenía las bambalinas encendidas.
Hacia el año 1800 la población mundial había llegado a los 1.000 millones de habitantes tras haberse doblado de nuevo en menos de doscientos años. Las mejores condiciones de vida, alimentación, sanidad, etc. produjeron un descenso en la mortalidad que condujo a un nuevo doblamiento de la humanidad en 1930, alcanzando los 2.000 millones de personas.
A partir de aquí se invirtió la tendencia y la tasa de natalidad comenzó a descender paulatinamente. Las parejas descubrieron que su progenie tenía más posibilidades de sobrevivir y ya no hacía falta tener muchos hijos para que quedaran los suficientes para alivio de la vejez. Otros factores también ayudaron: la aparición de los movimientos feministas, la incorporación de la mujer al trabajo, la eclosión de mejores métodos anticonceptivos, etc. A todo esto se sumó, a partir de los años 60 un espectacular descenso de la mortalidad en los países menos desarrollados de Asia, África y Latinoamérica, propiciado por la amplia difusión de los antibióticos y de los pesticidas sintéticos contra los mosquitos causantes de la malaria. El crecimiento demográfico alcanzó sus cotas más altas en esa época, con un promedio de un 2,1 anual. La humanidad crecía a toda velocidad.
En la actualidad, a pesar de que en algunos países las tasas de natalidad han descendido notablemente y de las recurrentes hambrunas, desastres, guerras, accidentes nucleares y otros disparates que la humanidad provoca y sufre, la tasa media de crecimiento se sitúa alrededor del 1,14%. Es decir, seguimos creciendo a buen ritmo.
Este breve vistazo sobre el desarrollo de la humanidad desde sus principios tiene cierto interés, considerando que se produce en un espacio limitado, que parecía infinito cuando el Hombre apareció sobre la tierra, pero que se va haciendo más pequeño a medida que el grupo humano crece, de la misma forma que el número los primeros granos de trigo en los cuadros del tablero de ajedrez apenas tenían importancia, pero mediado el tablero, las cantidades daban escalofríos (si no, hagan la prueba: 1, 2, 4, 8, 16, 32, 64, 128, 256, 512, 1024, 2048, 4096, 8192, 16384, 32768 …sigan, sigan).
De cómo este crecimiento repercute en el impacto de nuestra especie sobre La Tierra y sus recursos, seguiremos reflexionando en próximas entregas.