PAUL
Y ANNE AHRLICH La explosión demográfica, Biblioteca Científica Salvat, Barcelona, 1993.
Afirman los historiadores que el Homo Sapiens-Sapiens,
la especie a la que pertenecemos todos los seres humanos que poblamos la tierra
en la actualidad apareció en África, probablemente en Tanzania, hace ya unos
cuantos años (alrededor de 300.000, más o menos) y que desde allí se extendió
por todo el mundo. Al principio eran hordas de entre 20 y 50 individuos que se
fueron multiplicando, escindiéndose en otros grupos…. Y así se fue complicando
la cosa hasta alcanzar la friolera de los 7.000 millones, chino arriba chino
abajo, que en la actualidad poblamos el planeta.
La humanidad crece con arreglo a la ley de las
progresiones geométricas que pueden empezar muy lentamente pero, llegado un
momento, crecen a una velocidad impresionante (recuérdese la leyenda del
tablero de ajedrez: un solo grano por el primer cuadro, que se va doblando a
cada uno de ellos, arroja pronto una cantidad inconmensurable). A partir del
hallazgo de la agricultura, hace unos diez mil años en números redondos, la
humanidad se ha multiplicado algo más de 100 veces, duplicando su tamaño
aproximadamente cada 1.500 años. Hacia 1650 se habían alcanzado los 500
millones de habitantes, a pesar de las terribles epidemias de la Edad Media. A
partir de ese momento, el dominio del género humano sobre el planeta se hizo más
evidente: el Nuevo Mundo había sido descubierto por unos europeos más numerosos
y dotados de mejores técnicas agrícolas y guerreras que exterminaron en poco
tiempo a las sociedades indígenas, igual que unos miles de años antes sus
antepasados habían hecho desaparecer a los Neandertales. Hacia finales de la
Edad Media desaparecieron los bosques europeos (la famosa ardilla que cruzaba
la Península desde Tarifa a los Pirineos, de rama en rama, tuvo que hacerse
pedestre), se descubrieron la turba y el carbón, apareció la máquina de vapor y
el agua se aprovechó como fuente de energía, perfeccionando los artilugios que
los árabes había expandido por el mundo: el escenario de la Revolución
Industrial tenía las bambalinas encendidas.
Hacia el año 1800 la población mundial había llegado
a los 1.000 millones de habitantes tras haberse doblado de nuevo en menos de
doscientos años. Las mejores condiciones de vida, alimentación, sanidad, etc.
produjeron un descenso en la mortalidad que condujo a un nuevo doblamiento de
la humanidad en 1930, alcanzando los 2.000 millones de personas.
A partir de aquí se invirtió la tendencia y la
tasa de natalidad comenzó a descender paulatinamente. Las parejas descubrieron
que su progenie tenía más posibilidades de sobrevivir y ya no hacía falta tener
muchos hijos para que quedaran los suficientes para alivio de la vejez. Otros
factores también ayudaron: la aparición de los movimientos feministas, la
incorporación de la mujer al trabajo, la eclosión de mejores métodos
anticonceptivos, etc. A todo esto se sumó, a partir de los años 60 un
espectacular descenso de la mortalidad en los países menos desarrollados de
Asia, África y Latinoamérica, propiciado por la amplia difusión de los
antibióticos y de los pesticidas sintéticos contra los mosquitos causantes de la
malaria. El crecimiento demográfico alcanzó sus cotas más altas en esa época,
con un promedio de un 2,1 anual. La humanidad crecía a toda velocidad.
En la actualidad, a pesar de que en algunos países
las tasas de natalidad han descendido notablemente y de las recurrentes
hambrunas, desastres, guerras, accidentes nucleares y otros disparates que la
humanidad provoca y sufre, la tasa media de crecimiento se sitúa alrededor del
1,14%. Es decir, seguimos creciendo a buen ritmo.
Este breve vistazo sobre el desarrollo de la
humanidad desde sus principios tiene cierto interés, considerando que se
produce en un espacio limitado, que parecía infinito cuando el Hombre apareció
sobre la tierra, pero que se va haciendo más pequeño a medida que el grupo
humano crece, de la misma forma que el número los primeros granos de trigo en los
cuadros del tablero de ajedrez apenas tenían importancia, pero mediado el
tablero, las cantidades daban escalofríos (si no, hagan la prueba: 1, 2, 4, 8, 16,
32, 64, 128, 256, 512, 1024, 2048, 4096, 8192, 16384, 32768 …sigan, sigan).
De cómo este crecimiento repercute en el impacto
de nuestra especie sobre La Tierra y sus recursos, seguiremos reflexionando en
próximas entregas.